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Florencia Garro MeT
Entrevista a Florencia Garro

Entrevista a Florencia Garro

Florencia Garro
  • “De niña sentía curiosidad por la informática y la computación. De grande descubrí mi pasión: la neurotecnologia”. Entrevista a Florencia Garro, Ingeniera Biomédica.


    Flor Garro nació y creció en Traslasierra, Córdoba, en la ciudad de Villa Dolores, y se graduó como ingeniera biomédica en la UNC en 2016. Vive en Italia desde hace cuatro años, dónde finaliza un doctorado en ingeniería neural.


     “Me fascina el cerebro humano y sus innumerables y complicados misterios, así que desde muy temprano en mi carrera me incliné por la rama de la neurotecnología. Cuando no estoy trabajando/pensando en cerebros, probablemente me encuentran disfrutando de la naturaleza, corriendo por paisajes que me llenan de energía, o leyendo algún libro, ya que soy una bibliófila incurable, con una particular debilidad por Borges. Mi vida es un viaje constante, no solo a nivel profesional sino literalmente: Viajo en una búsqueda personal de nuevas experiencias y conocimientos”


    ¿Cómo conociste a Mujeres en Tecnología? 

    Tuve el privilegio de unirme a la Comunidad MeT en sus comienzos en 2018. Promover la ciencia y la tecnología a través de la mentoría y la divulgación ha sido siempre una misión personal muy importante para mí. Es fundamental que las personas en campos STEM trabajemos para hacer estas áreas más accesibles y abrir caminos que faciliten seguir nuestros pasos. Me uní a MeT en algunas de las primeras comitivas para dar charlas MeTday, donde conocí personas increíbles. Eventualmente esto me llevó a tener la oportunidad de dar una charla en el primer TEDx salón en Córdoba, que fue una de las experiencias más intensas de mi vida.


    ¿Podrías contarnos sobre el campo científico en el que te desempeñas y sobre tu investigación actual de doctorado?

    Ya me confesé una entusiasta del cerebro y la neurotecnología, así que mi campo de trabajo no va a ser ninguna sorpresa: Mi especialización se centra en las interfaces cerebro-computadora, una tecnología que brinda la posibilidad de conectar diversos dispositivos (computadoras, sillas de ruedas, prótesis) directamente con la actividad cerebral de una persona. Esto es especialmente importante para personas que, por distintas razones, no pueden utilizar sus manos o su cuerpo para interactuar con su medio, o necesitan rehabilitación por alguna condición neurológica. A través de la decodificación de señales cerebrales (que son como las de un electrocardiograma pero con un nivel de complejidad mucho mayor) buscamos que estas personas manejen dispositivos electrónicos de manera independiente.


    Actualmente, formo parte del equipo del Laboratorio de Tecnologías para la Rehabilitación en el Instituto Italiano de Tecnología. Aquí nos dedicamos al desarrollo de prótesis y exoesqueletos avanzados destinados a asistir en la rehabilitación motora de pacientes. Mi área de trabajo es la interacción humano-máquina: Este campo busca establecer una conexión directa entre las prótesis y las personas usuarias, permitiendo una interacción natural que puede transformar radicalmente la terapia de rehabilitación y la integración de estas tecnologías en la vida diaria. En este contexto, mi rol es diseñar métodos para extraer y utilizar la información cerebral y/o de los músculos para mejorar los prototipos que se están desarrollando, aumentando su eficacia, funcionalidad y la experiencia de las personas con estos dispositivos.


    ¿Cómo se formó tu vocación por la ingeniería biomédica y cuál fue el momento crucial que te motivó a seguir una carrera científica en este campo?

    Cuando empecé la carrera de ingeniería biomédica en el año 2009, nadie en mi entorno sabía qué era, sonaba a ciencia ficción. En ese momento la carrera era muy nueva, así que fue un ir descubriendo qué era la ingeniería biomédica; no podría decir que tuve una vocación previa para esto porque no sabía que existía.


    Siempre fui una persona infinitamente curiosa y un poco con alma de ingeniera, disfrutando el desafío de ensamblar y desensamblar objetos. De chica quería saber todo de todo, pero particularmente estaba fascinada por el mundo de la informática y la computación. Cuando tenía 12 o 13 años, convencí a mi padre para que me inscribiera en un curso de reparación de PC, en la época de las enormes computadoras de escritorio. Y allá fui a cursar, era un grupo de hombres adultos y yo, aprendiendo a ensamblar equipos y configurar redes.


    Al enfrentar la elección de mi carrera universitaria, estaba dividida entre mi amor por la tecnología y un interés por la medicina, a pesar de no sentirme llamada por la práctica médica convencional. La ingeniería biomédica se presentó en mi vida como un descubrimiento fortuito, y para mí era el mix perfecto de todo lo que quería hacer. Había un poco de todo: medicina, informática, electrónica, física, etc, y me pareció un desafío importante.


    En el segundo año de cursada, la neurotecnología capturó mi atención, fascinándome con la posibilidad de explorar y mejorar la conexión entre nuestro cerebro y la tecnología. Esta área no sólo alimentó mi curiosidad sino que también confirmó que había encontrado mi vocación en un campo que, en cierta manera, me encontró a mí.


    Considero que el punto crucial en mi carrera se dio al adentrarme en el mundo profesional. Inmediatamente después de graduarme, tuve la oportunidad de integrarme a una empresa especializada en el desarrollo de implantes médicos. Allí, me encontré con un trabajo desafiante y un equipo extraordinario. Sin embargo, a pesar del entorno estimulante y el aprendizaje constante, me di cuenta de que mi verdadera pasión, la neurotecnología, seguía esperando.


    Después de tres años tomé la decisión de dejar mi posición en la empresa para perseguir de lleno mi interés en la neurotecnología. Fue particularmente difícil porque el área de neurotecnología no está desarrollada en nuestro país. Esta elección marcó un antes y un después en mi vida. Fue un salto hacia lo desconocido, impulsado por la convicción de que debía darle una oportunidad a mi pasión para alcanzar mi pleno potencial.


    ¿Podría compartir alguna experiencia significativa que hayas enfrentado como mujer en la ciencia y cómo has superado desafíos? 

    En mi camino he tenido varias experiencias marcadas por la incertidumbre, donde las decisiones que he tomado han tenido un gran impacto y me han marcado como persona y como profesional. Para mí, es crucial tener la libertad y confianza para decidir por mí misma. Me han preguntado: ¿Vas a estudiar eso? Sí. ¿Vas a viajar sola? Sí. ¿Vas a emigrar por tu cuenta? Sí. ¿Te vas a postular sola a esa beca? Sí, ¿por qué no?


    Obviamente no estoy diciendo que es necesario decidir y vivir sola, pero siempre es importante saber que nuestras decisiones son propias, y si no las tomamos, alguien más lo va a hacer en nuestro lugar. Además, pienso que la independencia y la autonomía, siendo mujer en el campo de la ciencia, adquieren una dimensión aún más significativa. En un entorno donde las voces femeninas han sido históricamente subrepresentadas, ejercer nuestra autonomía no sólo es un acto de afirmación personal, sino también una contribución hacia la diversidad y la inclusión en la ciencia. Aceptar desafíos, tomar decisiones audaces y trazar nuestro propio camino no sólo demuestra nuestra capacidad y determinación, sino que también abre el camino para las futuras generaciones de mujeres en la ciencia. Esta autonomía nos permite liderar con el ejemplo, demostrando que la equidad y la excelencia científica se fortalecen mutuamente. 


    En el marco del Día de la Niña y la Mujer en la Ciencia, ¿cuáles serían tus insights y recomendaciones para inspirar a más niñas a seguir carreras en ciencia y tecnología?

    Creo que lo más valioso que he aprendido durante mi carrera es la importancia de no auto-decirme ‘NO’ por adelantado a la hora de emprender algún desafío, de avanzar a pesar del miedo, las dudas y las incertidumbres. Muchas veces, nos detenemos ante el temor de no estar a la altura de las expectativas de seguir una carrera científica (o cualquier otra carrera), por temor al fracaso y al juicio sobre nuestras capacidades. Esta anticipación negativa del futuro es como un freno que nos impide tomar acción en el presente (nuestro cerebro es muy bueno haciendo estos trucos de autosabotaje). 


    Para luchar contra esto es importante reconocer que el mundo científico y técnico no está habitado por genios. La inmensa mayoría somos personas comunes con formación especializada, y no seres excepcionales con conocimiento infinito. En este contexto, creo que la perseverancia es mucho más determinante que el talento innato. Eventualmente, me di cuenta que el miedo y las dudas nunca se van del todo; más bien, uno aprende a convivir con ellos y a actuar a pesar de su presencia, tolerando la incomodidad hasta que la realidad muestra que los obstáculos no eran tan formidables como parecían.


    También considero que debemos combatir la percepción negativa sobre cambiar o abandonar una carrera, algo que frecuentemente se etiqueta como fracaso. Yo considero que cambiar de rumbo, ya sea total o parcialmente, no debe verse de esa manera. Personalmente, yo no tenía una vocación definida, y la fui encontrando a medida que me animé a experimentar. Creo que es hora de terminar con el mito de que si no nacés con un talento y vocación natural, no podés dedicarte a algo que te apasiona. El talento y la vocación también se pueden construir y moldear para ser la persona que deseamos ser. 


    ¿Qué es lo que te vuela la cabeza de ser científica?!

    Lo que me fascina de mi profesión es la magia detrás de la ingeniería más que la ciencia en sí. A veces me cuesta considerarme científica porque una científica se pregunta el porqué de las cosas y busca una respuesta, mientras que una ingeniera toma esas respuestas y las combina para crear algo totalmente nuevo. Creo que soy más ingeniera que científica. Me vuela la cabeza poder inventar soluciones, conectar ideas de formas que nadie antes había imaginado. Cuando lográs crear algo que funciona y resuelve un problema, es increíble. Y, aunque a veces las cosas no salgan como esperabas, siempre hay una lección valiosa que te prepara mejor para el próximo desafío. Esa mezcla entre creación y aprendizaje constante es lo que realmente me cautiva.


    Mirando hacia el futuro, ¿cómo visualizas el desarrollo y las posibles aplicaciones de la ingeniería biomédica? ¿Cuáles son los desafíos y oportunidades que anticipas para tu área de especialidad en los próximos años?

    La ingeniería biomédica es una hermana de la medicina, ya que comparten el objetivo final de mejorar la calidad de vida de las personas. Ambos campos avanzan a pasos agigantados desde hace varias décadas, abriendo un mundo de posibilidades en la salud y el bienestar. Las ramas dentro de la ingeniería biomédica son tan variadas que elegir una dirección es como embarcarse en una nueva carrera. 


    Tomemos la neurotecnología, mi especialidad, como ejemplo. Estamos cada vez más cerca de lograr avances que podrían integrarse en nuestra vida diaria para mejorarla significativamente, como dispositivos capaces de ayudar a personas con parálisis a comunicarse y controlar objetos con la mente, o implantes cerebrales que puedan mitigar los síntomas de trastornos neurológicos. Esto que parece ciencia ficción, en muchos casos está ya en fase de prueba con pacientes.


    Además, la fusión de la ingeniería biomédica con la inteligencia artificial nos está llevando hacia diagnósticos más rápidos y precisos. Están desarrollando algoritmos que pueden detectar enfermedades a partir de imágenes médicas con una precisión que supera a la de los expertos humanos, o en aplicaciones de salud personalizada que ajustan los tratamientos médicos a las características únicas de cada paciente.


    Como principal desafío de este futuro biomédico tenemos la accesibilidad a los desarrollos tecnológicos, entre muchas otras cuestiones. Si bien es cierto que la tecnología tiene el poder de transformar la calidad de vida, su impacto real depende de su alcance. Es vital asegurarnos de que los avances en ingeniería biomédica no sean privilegios exclusivos de las regiones más desarrolladas, sino que se extiendan a todos los rincones del mundo.


    Frente a este panorama, creo que necesitamos un compromiso tanto individual como colectivo. La tecnología por sí sola no es suficiente. Es crucial promover el acceso a la educación en STEM como un medio para alcanzar una sociedad más inclusiva. Esto implica no sólo compartir lo que sabemos y los recursos disponibles, sino también dedicar tiempo y esfuerzo para facilitar que más personas puedan formarse y avanzar en estas áreas. De esta manera, podemos asegurarnos de que los beneficios de la innovación tecnológica lleguen a más gente, marcando la diferencia en la vida de las personas de manera tangible y equitativa.